En julio de 1996, la Comisión Europea adoptó una resolución para poner en marcha la Red Transeuropea de Transporte (RTE-T). El objetivo de este proyecto, que consta de varias fases, es mejorar de forma coordinada las carreteras principales, los ferrocarriles, las vías navegables interiores, los aeropuertos, los puertos marítimos e interiores y los sistemas de gestión del tráfico en toda Europa.